Además, es fundamental considerar su desarrollo en nuestro Ejército, como factor de poder dentro de la estructura del Estado.
Con el devenir del tiempo, los comandantes se vieron en la necesidad de contar con tropas móviles y flexibles, con capacidad de arrollamiento físico y psicológico, que les permitieran obtener una inmediata superioridad sobre el adversario. Para efectivizar esta nueva táctica como innovación bélica, se utilizó el caballo. A partir de entonces, se registraron éxitos y victorias decisivos para los grandes capitanes y comandantes.
Gran parte de la historia de nuestra Patria se forjó sobre el lomo del caballo, durante la conquista por parte de los españoles. Esta especie constituyó una sorpresa y espanto para nuestros aborígenes, quienes llegaron a considerar al jinete y el caballo como un ser monolítico, monstruoso e invencible. Fue tan grande el impacto psicológico que huían despavoridos.
Más tarde, con los desacuerdos entre los conquistadores, Gonzalo Pizarro se declaró líder de los encomenderos. La victoria más importante fue en la Batalla de Iñaquito, donde triunfó sobre las tropas de Virrey del Perú. Sus escuadrones de Caballería fueron comandados por el propio Pizarro y por Pedro de Puelles.
En 1542, cuando el Virreinato del Perú implantó el impuesto a las Alcabalas, los quiteños, al mando de Pedro Zorrilla, organizaron un fuerte Ejército. Este contaba con poderosas fuerzas de Caballería, que a la postre serían el factor desequilibrante en la victoria durante esa histórica revolución.
También, es necesario recordar que, durante los episodios del 8 y 9 de Octubre de 1820, el entonces Capitán de Caballería Luis Urdaneta, al mando de 25 hombres del Batallón “Granaderos”, fue quien determinó el éxito de estas fuerzas independentistas. Luchó anular el poder militar español en Guayaquil y lo consiguió. De las amplias llanuras y del sofocante calor tropical, a los fríos senderos de la cordillera de los Andes, trepidaba la tierra bajo el paso bizarro de los Escuadrones de Caballería en los campos de batalla. En Boyacá, Carabobo, Tapi, Pichincha, Junín, Ayacucho, Chacabuco y en Maipú, se cubrieron de honor, cual centauros mitológicos, galopando con la bandera de la libertad por la justa causa americana.
La Caballería nos legó la libertad y consolidó la Independencia de los territorios que hoy llevan el nombre de Ecuador. Sus jinetes, sobre el lomo de los corceles, galoparon, desde el inicio de la epopeya independentista, por los campos de Cone, Yaguachi, Huachi, Verdeloma, Tanizagua y Camino Real. La sangre de los “Granaderos a caballo de San Martín” irrigó los campos de Tapi en esa homérica batalla. En las alturas del Pichincha, la bravura de los “Dragones”, los “Sables” y los “Lanceros” de las huestes patriotas nos liberó del yugo español. Luego, se constituyeron en la base sólida de una excelsa legión de soldados, que más tarde integrarían el Ejército de la nueva República.
En 1821, el General Antonio José de Sucre llegó a la península de Santa Elena y organizó sus fuerzas en base a los escuadrones Dragones de Caballería, Guías y al Batallón de Caballería Mires. Estos contribuyeron al éxito en la Batalla de Pichincha, pues jugaron un papel determinante al derrotar a la columna española entre Cone y Yaguachi. Alcanzaron la victoria total el 19 de agosto de 1821. Luego, el 21 de abril de 1822, en las llanuras de Tapi, cerca de Riobamba, los Escuadrones de Granaderos, al mando del General Lavalle, alcanzaron el triunfo que abrieron las puertas para Pichincha y la libertad de la Patria. Este gesto heroico, por demás conocido, se dio gracias a la conducción del General Antonio José de Sucre.
Durante la Gran Colombia, la Caballería nuevamente se cubrió de gloria, esta vez en la Batalla de Tarqui, donde los Escuadrones Cedeño, Segundo, Tercero y Cuarto de Húsares, Granaderos a Caballo, Dragones del Istmo y Yaguachi, permitieron que el Ejército Gran Colombiano liquide, con sangre y fuego, la osadía enemiga de invadir la tierra de sus libertadores. Con este hecho, se perennizó en la historia la legendaria acción de los “20 Bravos del Yaguachi”.
En los inicios de la República, entre 1830 y 1843, la Caballería brilló por su valor en la Revolución de Quito Libre, la cual culminó en la famosa Batalla de Miñarica. Allí, la Caballería Floreana realizó una verdadera carnicería y exterminó al Ejército Restaurador, bajo las órdenes del General Isidro Barriga.
En las Guerras Alfaristas, entre liberales y conservadores, los repartos de Caballería combatieron en diferentes acciones de armas, en San José de Chimbo, El Molino y Gatazo, una vez más. De esta manera, pusieron su sello de victoria, con la actuación valerosa de los grupos Cazadores de Los Ríos y Yaguachi.
Bravía y romántica es la Caballería Ecuatoriana. El servicio a la República constituye su mística; el procerato de la lealtad reside en ella. Cuando Ecuador, dormido en los laureles de Tarqui, despertó atónito en el drama de 1941, aun en ese cuadro de impotencia, la Caballería salvó el honor del Ejército Ecuatoriano.
Los hechos hasta aquí narrados acreditan una rica tradición militar, que caracteriza a los hombres de bota y espuela en todos los confines del Ecuador. Las siguientes unidades hicieron historia en nuestro Ejército, por lo que perduran en nuestras mentes y corazones: “CAZADORES DE CHONE”, “ALAJUELA”, “TENIENTE ORTIZ”, “YAGUACHI”, “GENERAL DÁVALOS”, “FEBRES CORDERO” y “CAZADORES DE LOS RÍOS”. Estas Unidades de Caballería, desde el inicio de la República hasta el presente siglo, contribuyeron con la paz, la seguridad interna y externa de la Nación, y preservaron su soberanía. Sin duda, han perdurado en el tiempo y lo seguirán haciendo.
En 1941, la actuación heroica del Grupo de Caballería “FEBRES CORDERO”, en Panupali, impidió la progresión del enemigo hacia Loja y Cuenca. De igual forma, elementos de Caballería del “YAGUACHI”, en Porotillo, aniquilaron la vanguardia enemiga. De esta manera, cortaron toda posibilidad de avance hacia el Austro. Destacaron heroicamente el Capitán Moisés Oliva, los Tenientes Leónidas Plaza y Alfredo Zurita, el Subteniente Manuel Pinto, el Cabo Tipantuña, el Conscripto Flores y otros héroes que pasaron a la inmortalidad.
En el año 1917, apareció un nuevo ingenio bélico en el campo de batalla, que aumentó la movilidad y dio una nueva dimensión al arte militar: el vehículo blindado, llamado tanque de guerra. Su característica principal es la capacidad de fuego, blindaje de protección y acción de choque. Este nuevo avance tecnológico de la industria bélica dio mayor movilidad y dinamismo a los conflictos militares. Así, la Caballería tuvo que adaptarse a los nuevos medios. Por lo que la mortífera arma, el tanque de guerra, fue escogido como el relevo del caballo y de los bizarros y valientes jinetes de la Caballería tradicional.
Durante la Segunda Guerra Mundial, entre febrero y marzo de 1942, llegaron al país los tanques Marmon Harrington. Estos fueron comprados a Estados Unidos y desembarcados en la ciudad de Guayaquil. Por vía férrea, fueron trasladados a la ciudad de Quito, específicamente, al Colegio Militar de ese entonces.
Estos tanques pasaron a formar parte del Grupo “YAGUACHI”, ubicado en La Magdalena. Allí se realizó el primer curso con oficiales, el cual duró desde marzo hasta agosto de 1942 y se llamó curso de “Caballería Mecanizada”. Su jefe fue el Sr. Capitán Reinaldo Vera Donoso. Las prácticas se las realizaba en el actual barrio Santa Ana; las pruebas de carretera se ejecutaban desde Chillogallo hasta Lloa; y el tiro se ensayaba en las faldas del cerro Ungüí. De esta forma nació el Escuadrón Escuela de Tanques Nro. 1.
En el mes de abril de 1947, se creó la Escuela de Tanques y el Escuadrón de Reconocimiento Mecanizado Nro. 3 “AZUAY”, bajo el mando del Señor Mayor Jorge Gortaire V, en San Antonio de Playas. Posteriormente, destacaron unidades menores a Tenguel y La Avanzada, y se organizó el Grupo “SARAGURO”. Finalmente, en mayo de 1974, se creó la Brigada Blindada Nro. 1 “GALÁPAGOS”, con sede en Riobamba, según orden de Comando Nro. 004-III-C-974 del 27 de marzo de 1974. Años más tarde, esta pasó a llamarse Brigada de Caballería Blindada Nro. 11 “GALÁPAGOS”.
El Ejército, ante la necesidad de integrar las Armas de Caballería y Fuerzas Blindadas, decidió fusionarlas y formar una sola. Esta idea se materializó en la orden de Comando General Nro. 011-985 del 25 de agosto de 1985. El 29 de agosto de ese mismo año se dispuso dicha fusión bajo el nombre de “Caballería Blindada”.
En abril de 1989, según la Resolución Ministerial Nro. 027, artículo 7, se autorizó la unión, basándose en la ya emitida en el año 1985. También, se tomó en consideración al orgánico para los años 1987-1992, en el cual se consideraba una nueva organización de los pelotones de tanques. Ante la iniciativa e interés del Comando de la 11 B. C. B “GALÁPAGOS”, renació la idea de materializar los grupos de Caballería Blindada.
Desde ese año hasta la actualidad, la Caballería Blindada sigue siendo un arma fundamental dentro de la organización y la estructura del Ejército. Cuenta con personal técnicamente capacitado para desempeñarse de manera efectiva y eficaz en el cumplimiento de la misión que le sea encomendada.